Una Perinola Policial para Discepolo

 

Raúl Marcelo Cheves para Editorial Seis Hermanas

 

Quienes escribimos, sobre todo en una materia especializada como es la Policía, y además en respuesta puntual a sucesos reales, tenemos la tendencia a caer en la omnipotencia con marcada característica de sabelotodo.

Por momentos nos sentimos los dueños de la verdad y transmitimos un grado de perfección personal y profesional muy perjudiciales que no admite algo diferente, sólo aquello que comparta nuestra opinión.

Y hablando de la verdad, nadie es su dueño, tan siquiera somos meros constructores asociados y los socios son muchísimos. La verdad que muchas veces pretendemos develar, que apoyamos y sostenemos, es sin duda relativa y aparente, propia de quienes ejercen o pretenden ejercer el poder, cuando la verdad verdadera es una construcción de todos y no una posesión personal.

Entonces, quienes escribimos, tenemos la obligación de la objetividad, porque no se trata de ser bueno con algunos y malos con otros, sobre todo cuando no se está beneficiado por las circunstancias. Se trata de ser justos que no sólo es pilar fundamental de un buen escritor sino también de un buen conductor.

Quise introducirme de esta manera porque mis últimos escritos parecen que fueran de alguien herido de muerte o que vive destilando sangre. Felizmente no es así, aunque denotan -notablemente por cierto- mucha critica, desconcierto e indignación hacia funcionarios policiales de nivel superior y en actividad -por nombrarlos de alguna forma- de la extinta Policía de la Provincia de Buenos Aires.

No obstante lo dicho, que es absolutamente cierto, tengo que exceptuar de mis comentarios a quienes se identifican y abrazan la misma perspectiva ideológica que el Dr. Arslanián que seguramente deben ser todos los que están actualmente ocupando cargos. Efectivamente, es el respeto hacia quienes piensan diferente.

Porque sería fatuo y nada ético que un Jefe Superior estuviera ocupando algún cargo sin estar ideológicamente de acuerdo con el actual Ministro de Seguridad Provincial, salvo que éstos, no practiquen la ética profesional.

Me dirijo entonces a quienes desde sus cargos y posiciones jerárquicas demuestran en diferentes ocasiones su disgusto a la gestión II del Dr. Arslanián y no hacen absolutamente nada porque su debilidad moral les impide tomar decisiones y por otra parte -para qué negarlo- están cómodos y bien dispuestos a aceptar hasta un puesto de jardinero si con ello se les permite durar algunos minutos más de ostentación institucional, con algún vehículo, con alguna secretaria o secretario que les susurre al oído. Son a estos cipayos que están dirigidos mis escritos.

Porque si nos hacemos eco de innumerables comentarios y conversaciones, de personas o de radio pasillo, se parece a una nueva cara de la perinola policial: “todos se quejan, todos se quedan”.

No obstante, es sumamente llamativo la fortaleza y convicciones de quienes están identificados ideológicamente con está deforma policial, llámense Comisario General, Mayor o Inspector de la ex Policía Provincial; habida cuenta del alto grado de tolerancia ante las múltiples y significativas situaciones que se plantean en un esquema donde prima la sin razón en la política de personal, ejemplificada en la suelta de globos para los ascensos; la falta de liderazgo, de conducción y de coordinación sobre una estructura organizativa y funcional inadecuada y deficiente; como la explícita desconfianza y descrédito demostrados tras el nombramiento de Prefectos y Gendarmes para ocupar cargos de conducción superior en el futuro esquema policial. Es evidente que la identificación ideológica, llega a tal punto que sacrifican su orgulloso y matan su ética profesional.

Cuando una carrera se funda y sostiene sobre la base de la obsecuencia y el arrastramiento funcional seguramente se lograrán satisfacciones personales -como les está sucediendo- pero entonces deben quitarse las caretas y dejar a un lado a la ex Policía Provincial, que bastante se hizo para denigrarla y destruirla.

Por otra parte, el grado de aceptación que logran llama la atención. Nos hace pensar que tratar de ser mejor, es en realidad estar peor y que siendo mediocre o peor, voy estar igual o mejor. Nadie discute que se regalaron grados como si el mundo fuera a terminarse. Comisarios Generales, Mayores e Inspectores que realmente no merecen ningún respeto. Pero se los saluda, se los felicita y se los ve como ganadores y triunfadores. Gente que logró llegar y con la cual hay que estar bien. Además, estos Jefes Superiores -por nombrarlos de manera benévola- que con su accionar menoscabaron a la Institución que les abrió posibilidades de vida son igualmente aceptados en todos los círculos como aquellos, verdaderos e incuestionables Jefes Superiores que la enaltecieron.

Volviendo al tema de la Verdad, parece que la verdad absoluta es para algunos relativa. Porque para unos sí y para otros no. Dicho de otra forma, algunos funcionarios se salvan de las críticas, dándoles algún voto de confianza, tal vez por amistad o vaya a saber porqué, pues advierto en algunos comentarios, cierta anestesia con profundo deseo de convocatoria y continuismo. Y hasta se los justifica con que no los dejan hacer bien su trabajo y que están desmerecidos. Personalmente creo que están haciendo bien su trabajo, pues cumplen denodadamente los designios de la política de inseguridad y destrucción institucional del Dr. Arslanián y actúan en consecuencia. El problema es que muchos no lo dicen y en cambio manifiestan su desconformismo hasta un punto insostenible, sin poder justificar él o los motivos por los cuales, si están tan desconformes, se mantienen anestesiados y se quedan. Es porque están cómodos que les digan qué y cómo hacer las cosas. Son felices que día a día sean sometidos al bastardeo. Son buenas personas pero nada más.

La excelencia en el ejercicio profesional pasa por la ética en la función, de manera tal que no podemos hablar sino de mediocridad para con funcionarios que tendrán un conocimiento enciclopédico pero se quedan, se callan y son pisoteados. Son en realidad oportunistas.

Cuando a un verdadero profesional no se lo deja ser tal, no se le permite hacer su trabajo o se lo menoscaba con designaciones no afines a su profesión ni a la Institución a la cual pertenece, debe dejar su cargo e irse o en su defecto deja de ser profesional.

Han aparecido algunos comentarios en ciertos medios de difusión, acerca de diferentes hombres que conocen el paño bonaerense y sostienen que tal o cual policía posee mayor capacidad para desbaratar la intrincada red de bandas secuestradoras o sobre la integridad profesional y respeto de policías que también deben escabullirse de las redes conspiradoras para hacer bien su trabajo. En fin, suena a justificación y propaganda. Si realmente son tan buenos profesionales y deben escabullirse para hacer bien su trabajo, porqué no se ofenden y se van. Porqué permiten estas situaciones. Será porque están identificados con la política del Dr. Arslanián o sin estarlo, lo toleran para satisfacer beneficios personales.

Un buen profesional no se escabulle para hacer bien su trabajo, un pobre de espíritu sí.

En este mismo sentido, me hubiera gustado escuchar las mismas declaraciones que actualmente formulan algunos funcionarios policiales retirados pero cuando estaban en actividad y ocupando cargos de decisión en la conducción superior. Prefiero entonces a quienes se callan. ¿ Porqué. Esta opinión que crean y sostienen, es de ahora y no de antes?. Será que para ellos, en el antes, la Policía funcionaba mejor. Posiblemente se basan en la experiencia como dicen, y están seguros de sus resultados, entonces, una vez más me pregunto ¿Qué hicieron y cómo lo hicieron aquellos de tanta experiencia?, habida cuenta de la sostenida agonía y muerte de nuestra Policía.

Creo que en definitiva llegamos siempre a la misma conclusión. Si quien hace bien su trabajo, se capacita, se actualiza y perfecciona es en realidad un idiota útil condenado al fracaso, y quien sostuvo una precaria, dudosa y polvorienta carrera roedora es visto como un exitoso capo y reconocido en un todo como gran Jefe Superior, de nada vale seguir luchando y engañándonos unos a otros, porque Cambalache de Discepolo sigue vigente y llevándose todos los laureles.

La Plata, en su octubre de primavera del año del Señor 2004.