Algunas reflexiones sobre la “pax americana”

 

Por Raúl Marcelo Cheves para Editorial Seis Hermanas

 

Al término de sus independencias, las nacientes naciones, quedaron tan pobres y comprometidas económicamente que para su continuidad como tales, debieron cumplir con la potencia mundial de la época, Inglaterra, con exclusividad en el siglo XIX y hasta entrado el XX, pero con un competidor que estaba haciéndose notar vertiginosamente, con mucho éxito y a fuerza de cañonazos, los Estados Unidos. Lamentablemente, la historia nos confirmará que de un modo u otro, se sucedieron cambios de metrópoli referencial, de Madrid o Lisboa hacia Londres y luego Washington.

La magnitud de la interferencia foránea en todos los estamentos y niveles de los estados latinos como en la vida cotidiana de su población, fue siempre directamente proporcional a los intereses y compromisos del poder imperial de turno sobre cada país. Este poder, era una dupla conformada por la potencia económica invasora –aunque le hayan dado permiso de entrada– y la elite local que la representaba, la cual debía conformar un Estado que garantice sus inversiones. En este escenario, al pueblo le cabía ser estéticamente bonito, educado, sumiso y respetuoso con sus patrones, como pilar fundamental para la tranquilidad de los inversores. Los latinos, si bien bonitos, jamás sumisos, por lo que fuimos siempre observados, controlados, reprimidos y de corresponder aniquilados. Los estados serían libres y soberanos, únicamente de la boca para afuera, pero obedientes y sumisos hacia adentro, en su pensamiento y movilidad, en aras de los grandes intereses nacionales –que paradójicamente estaban en el extranjero–.

De la “pax romana” a la “pax hispánica”. De la “pax británica” a la “pax americana”, hemos vivido en constante peligro por el sometimiento o influencia militar, económica y política con las consecuencias violentas que han encerrado, y que la realidad ha demostrado.

Los latinos estamos tan “pasados de vuelta” con relación a los imperios instituidos en el mundo, como de sus políticas e imposiciones para satisfacer un estado de orden y seguridad sobre nuestros pueblos, que por cierto no necesitamos pero que ellos sí. De llevarnos de las narices y permanentemente decirnos quién es nuestro enemigo o amigo, de sugerirnos u obligarnos a qué hacer, qué está bien o mal, con premio y castigo como animalitos amaestrados.

A partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se sucedió el inicio y desarrollo de la Guerra Fría, comenzándose a adoptar en nuestro continente, iguales posiciones que los Aliados, liderados y representados por los Estados Unidos como potencia militar, económica y política. Su situación altamente favorable y hegemónica, le permitieron la determinación de una política exterior de carácter imperial conocida como “pax americana” o “pax estadounidense”.

El comunismo y el terrorismo los lleva a situaciones extremas y demenciales, a la vez que muy convenientes, de ver enemigos por todos lados, de manera tal que el Estado y sus altos intereses se ubican por encima de las libertades personales de sus habitantes. Las personas tendrán sus derechos pero el Estado no tendrá la culpa. De manera tal que se sientan las bases filosóficas para la conocida y tristemente célebre doctrina de la Seguridad Nacional, desparramándola y aplicándola por toda América Latina. La excelencia en la enseñanza de esta doctrina, determinó la creación por parte de los Estados Unidos, de la tristemente conocida Escuela de las Américas que funcionó en Panamá desde su creación en 1946 hasta 1984 y en la cual se capacitaron más de 60.000 militares y policías de países de nuestra región, impartiéndose cursos sobre técnicas de combate, tácticas de comando, inteligencia militar y técnicas de tortura.

La doctrina de la Seguridad Nacional se profundizó y aplicó de una manera tal que se comprende mejor como ideología, pues representaba una interpretación de la vida política y social, a través de un Estado omnipotente y superior con posibilidad de regulación de todas las actividades humanas. De esta manera, los Estados Unidos consiguen afianzar fuertemente su poder imperialista y hegemónico, unificando las acciones de los gobiernos locales, dictaduras o no, pues lo importante era una manifiesta lucha contra el comunismo –a como dé lugar y aunque no lo fuere– y se satisfagan sus intereses. Quienes pensaran diferente, se los consideraban enemigos del Estado, se los tildaba de comunistas o terroristas, y consecuentemente encarcelados o aniquilados.

Al inicio de presente Siglo, América Latina, inmersa como siempre en constantes y vertiginosos cambios en sus políticas nacionales, sumado a acontecimientos foráneos, entra una vez más en guerra contra el enemigo que los Estados Unidos le indica que así sea. Surge entonces, la Doctrina de la Seguridad Internacional como instrumento para sostener la “pax americana”, que representa una verdadera política criminal confrontada con el respeto a los derechos humanos y basada en la versión actualizada de la siempre vigente ideología de la Seguridad Nacional, pero a diferencia de los años sesenta y setenta, la seguridad de los estados ya no es privativa de cada uno de ellos, sino interdependiente, pero pseudo-respetando cada soberanía. Una doctrina muy conveniente que admite una excepción, los Estados Unidos, autoproclamado “policía del mundo”, por su libre y unilateral determinación de intervenir a discreción, en cualquier parte del planeta, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia.

Este “servicio militar obligatorio”, lo vemos y padecemos cotidianamente, a través de medidas crueles, peyorativas o abusivas en inequívoco cumplimiento de directivas emanadas por el país del norte para salvaguardar su integridad nacional –no la nuestra–. El bienestar general de los Estados Unidos, pareciera que bien vale un trato cruel a los Estados Latinos que no están tan unidos como deberían estar.

La Plata, marzo 13 del año del Señor 2015.

Fuente: Cheves, Raúl Marcelo, "El modelo policial hegemónico en América Latina", Editorial Seis Hermanas, La Plata, 2008.