Lidia
Conocí
a Lidia en momentos que estaba preso en la peor de las prisiones, una prisión
depresiva. Estaba como muerto en vida, sin voluntad para hacer y mucho menos
crear. Había abandonado mis estudios en la facultad y entregado a la inercia.
Lidia,…
Fuiste
la persona más importante a partir de aquel incipiente Otoño de 1973, mi freno
a la soledad y la desesperanza, un sostén inigualable, me distes deseos de
seguir en esta vida tan injusta, fuiste mi consuelo y un camino sólido hacia
una liberación que no sería completa ni fácil pero me abriste un camino.
Tal vez
el sufrimiento te trajo a mi vida y la calmaste, me despertaste nuevamente y
poco a poco recuperé la voluntad para continuar lo interrumpido. Mi meta era
entonces la facultad y la continué con algunos logros importantes.
De baja
estatura, por no decir petiza, con una figura muy bien proporcionada, dos
ojos grandes como estrellas. Amable, dulce, algo ingenua y muy sensible, de una
calidez inolvidable,…, muy buena persona y me gustaba mucho estar con ella.
Entiendo que
llegué tarde a enamorarme, porque la sentía mía, la quería y me sentía querido, no
existió otra mujer durante nuestra relación.
Tuve
mucha suerte en haberla encontrado, de haber sido novios, su cruce en mi vida
fue fundamental y tan importante que prueba de ello son estas líneas que se
pierden en un tiempo de más de 38 años.
Soy
consciente que no supe entenderla y por supuesto valorarla, tal vez no la quise
lo suficiente, debimos haber continuado juntos más tiempo, era una relación
linda y muy apasionada. Ella estaba sola, extrañaba a su madre y yo seguía en
conflicto, no estuve a la altura de las circunstancias, debí haberme esforzado
y contenerla de igual manera que lo hiciera conmigo sin saberlo.
Fueron
muchos e intensos los momentos vividos, hermosos e importantes que me marcaran
para siempre. Recuerdo a “Les luthiers” en el Cine-Teatro Astro (noche del
lunes 05 de noviembre de 1973) o las entrevistas por televisión a Perón, en los días
previos a su retorno al país (una de ellas el martes 19 de junio a la noche de
1973). Las
veladas en el recibidor de su casa de calle 48, que ya no está, la reemplazaron
por un edificio, pero que aún creo verla cuando camino por ahí.
Tiempo
después, en 1976 quise saber de su vida y la busqué a través de unos amigos
que conocía. Me contestaron no saber nada, pero unos días más tarde me llamó
por teléfono y nos encontramos dos veces, luego nos despedimos como para volver
a vernos, pero no ocurrió, no supe más de ella hasta el 27 de noviembre del año
pasado. Buscando información vía internet, leo una noticia de un diario “on
line” de Corrientes que la nombraba, publicando su fotografía y citando un
teléfono. A mi asombro, siguió la decisión, la llamé y hablamos, quedamos en
un hasta siempre.
Mi alegría
continuó y por correo le envié de regalo un libro con la única intensión que
supiera algo de mi vida, nada más,… una acción absoluta y contundentemente
inocente.
Pero mi
alegría se convirtió rápidamente en desconcierto y algo de tristeza, había
recibido mi libro y por ello el disgusto de su actual afecto. Cuanto lo lamento,
era una correspondencia entre gente que habían compartido un poquito de vida
juntos, sin ninguna mala intensión o doble sentido, pero a veces no se
comprende la estupidez humana.
Querida
Lidia,…
En donde
y como te encuentres, espero que seas feliz. Que sigas siendo la buena persona
que conocí cuando joven. Que Dios te proteja.
Quiero
que sepas, lo muy importante que fuiste en mi vida y por eso te recuerdo con el
mejor y más puro de los sentimientos.
En la
distancia y en tiempo, seguirás estando en mi corazón y en mi memoria.
La
Plata, enero de verano del año del
Nuestro Señor 2012.