Prólogo
Solamente leí un par de líneas para pedirle a Marcelo
permitirme prologar su libro. Tuve que convencerlo pues no quería, pero al
final salí con la mía, en aquella soleada mañana de domingo en
Los relatos de vida son apasionantes, y aleccionadores,
merecen ser tenidos en cuenta pues develan
vivencias y pasiones, a la vez que permiten al lector, conocer íntimamente al
autor como persona.
Voy a dedicarme en primera instancia, a describir el perfil
de Marcelo Laza, a quien conozco lo suficiente como para comprender la
multiplicidad de factores que lo han presionado y obligado a develar aspectos de
su vida con una sensibilidad y naturalidad propia de los grandes.
Marcelo Laza, es un romántico, un idealista con sus pies
en la tierra, una persona de carácter fuerte y decidida, pero con un agudo
sentido de la justicia que va más allá del apego a la ley o los
convencionalismos, permitiéndole manifestarse con notable sensibilidad ante sus
semejantes, sobre todo con aquellos vulnerables.
Es un amante bizarro que gusta vivir bien pero con humildad
y para quien el dinero no tiene sentido, salvo como medio de ayuda a los demás
y logros personales. Es totalmente impredecible e inconformista, transgresor por
instinto y naturaleza, fiel representante de un antisistema, características
que no hacen más que resaltar sus condiciones de persona culta, elegante y
sofisticada.
Quien sea su amigo, estará protegido pero sin
ahogamientos, a salvo de peligros, rumores, intrigas y traiciones, su sentido de
la lealtad lo lleva a un compromiso permanente que muchas veces lo colocaran en
situaciones incomodas y aún riesgosas.
Tal como él mismo lo refiere, es preferible pasar por
situaciones como las descriptas, a
cometer la injusticia de considerar siquiera la malicia en su semejante, aunque
no siempre fue así. Durante 30 años, me
consta, manifestó un comportamiento sin alternativas riesgosas sobre la base de
la duda permanente y la culpabilidad como regla general.
Algunos maestros dicen que no se necesita leer un libro
para saber de qué se trata. Para ello se unen la primer y última palabra de su
texto. En nuestro caso, son “Milagros” y “mi” respectivamente, o dicho de manera
similar: “mi
Milagros”, porque no nos
engañemos, luego de leerlo, si bien no cabe dudas que es un relato de un
estadio de su vida, nada nos aparta de pensar que habla de “mi milagros”, es decir, que es también una ofrenda,
un homenaje y loable testimonio a esa mujer que evidentemente significó tanto
en su vida y a quien me permito decirle que espero de todo corazón que la
elección que hiciera le haya favorecido y
no haya perdido más de lo que él cree haber perdido con ella, porque
hombres como Marcelo Laza no se encuentran tan fácilmente.
Ahora bien, el estilo del libro es una narrativa argentina
que determina una situación lúdica entre el autor y el lector que va
indistintamente, desde la conjugación de verbos de primera y tercera persona
del singular, hasta los tiempos pretéritos y presentes. Advertimos una cronología
que se complementa como medio para incentivar la imaginación del lector, ubicándolo
en fechas y lugares.
Estamos ante un libro, producto de una lección de vida que
merece ser leída y analizada con toda nuestra atención y debida consideración,
pues expone con el corazón una de las más fuertes y características pasiones
humanas por excelencia: el amor.
A diferencia de Dizeo, al escribir, por ejemplo: “… que gano con decir que una mujer cambio mi suerte, se burlaran de
mi, que nadie sepa mi sufrir,…”, no asocia amor con desgracia ni corazón
con maldad, no exterioriza congoja o ira, menos aún vergüenza o cobardía por
develar la penosa situación vivida, es un libro que representa una fuerte
apuesta al amor entre las personas.
En el caso de Marcelo,
estoy convencida que no está triste ni encolerizado, su libro es un desahogo
espiritual, una reconciliación con Milagros
y con todas las Milagros de su vida,
pasadas y por venir, reconociéndole la valentía de exponerse públicamente,
para que todos conozcan, ya no su sufrir, sino su enriquecedora vivencia.
Mi agradecimiento al autor por permitirme formar parte de
su obra y por supuesto mis felicitaciones por la valentía y altura de sus
comentarios, sin develar intimidades y privacidades que además de causar
perjuicios podrían caer en la vulgaridad.
En cambio,… mi pésame a Milagros.
San José de Costa Rica, en octubre de 2008.
Isabel
Castro Valencia (*)