Autogobierno
policial
Por Raúl Marcelo Cheves para Editorial Seis Hermanas
“La policía no hace lo que quiere, sino aquello que le es ordenado que haga. Sería muy ingenuo pensar y considerar que la problemática referida
a su cuestionamiento o mal
funcionamiento, se debe a su autogobierno o que nace y muere con ella”
Su inquietud se centra en la creencia que el "autogobierno policial"
conduce a respuestas violentas y represivas hacia la comunidad, producto del
desentendimiento del Estado y permitiendo una autonomía que conlleva a su
descontrol a la vez que genera un escenario propicio para la violación de
derechos y la corrupción.
La RAE define gobernar como: "1. Mandar con autoridad o regir algo. 2.
Dirigir un país o una colectividad política.".
La policía es una colectividad política que debe ser mandada con autoridad, de
manera tal, que la violencia, la respuesta represiva, el descontrol, como la
permanente sospecha de violaciones a los derechos humanos, de corrupción o en la
investigación de delitos cometidos por sus integrantes, es justamente la
consecuencia de un buen gobierno y administración institucional.
Si está mal dirigida, mal conducida es porque está mal gobernada y la
responsabilidad es política. Ahora bien ¿Por qué en muchos países, en particular
América Latina, el mal gobierno policial es una constante en el tiempo? La
respuesta recae en la dirigencia política.
"El poder político se manifiesta en general con notable influencia perjudicial, pues avanza sobre la institución policial con designios ideológicos, partidistas y coyunturales como en términos electoralistas, que nada tienen que ver con su misión, o teniéndola, la obligan a cumplir y obedecer estrictamente órdenes, sin posibilidad de revisión e inspección, pero en cambio la obligan a hacerse cargo de las responsabilidades emergentes de los futuros fracasos o posibles responsabilidades judiciales y administrativas." (Cheves, 2008)
Todas las figuras ilícitas mencionadas precedentemente, no guardan relación con un "autogobierno", un término tendencioso y necesario para ciertos medios de comunicación amarillos, o quizás, la excusa para una malísima gestión política, y desviar las respuestas valederas.
"Lamentablemente se comprueba que en muchas ocasiones, su intervención ha llegado hasta niveles mínimos, primarios y específicos de absoluto corte profesional, tales como ordenar traslados, ascensos, designaciones y nombramientos de personal, despliegues operativos, ubicación de patrulleros, formas de llevar a cabo procedimientos, custodias o paradas policiales, entre otros supuestos, desestimando la autoridad y disciplina interna, y sin el pleno y necesario conocimiento profesional para ello." (Cheves, 2008)
Toda crítica importa un ejercicio
democrático saludable que redunda en beneficio de la sociedad, a la vez que nos
mantiene alertas en cuanto al desempeño de las instituciones. Los receptores de
tales críticas, lejos de incomodarse, deben sentirse acompañados en su gestión
pues se les está indicando instancias para la reflexión y mejoramiento en el
desempeño de sus funciones. Salvo que estemos en presencia de sectores cuyos
intereses sean diferentes al bien común.
La policía debe poseer un gobierno que por supuesto le es propio (autogobierno
por definición), justamente para que nadie haga lo que quiera y porque significa
coman-darla, comprendiendo en ello todos los actos de conducción. Gobernar una
fuerza policial, es entre otras características, determinar relaciones de
mando-obediencia cuya dirección y sentido es el cumplimiento de la ley.
La denominación autogobierno o "propio gobierno", resulta redundante y
sin presunción significativa de mala praxis y menos aún de corrupción o
violación de derechos o fuera de control. La policía no es ni debe ser autónoma
ni autárquica y su gobierno debe estar determinado y subordinado a la ley, a la
vez que condicionado a las exigencias de la sociedad y reflejado en las
políticas estatales con cierto grado de independencia de los gobernantes cuando
ello interfiera en su operatividad.
La titularidad de una agencia policial debe recaer en funcionarios propios, de
carrera, previamente sometidos a una exhaustiva selección y permanente control
-no manipulación-, pero siempre dependiendo de los responsables políticos, en
vía jerárquica ascendente conforme la estructura organizativa y funcional de
cada país.
Pese a lo dicho, habrá quienes continúen atrapados en la semántica con ribetes
fetichistas y persistan en asociar autogobierno policial con la Inquisición.
Ciudad
de La Plata, Verano de Marzo de 2011 (edición original).
Observaciones:
1. Fuente artículo original (presente edición): "El modelo policial hegemónico en América Latina", Editorial Seis Hermanas, La Plata-Argentina, 2008 (ISBN - 978-987-24197-0-7).
2. Segunda edición del artículo (corregido, aumentado y actualizado): La Plata, febrero del año del Señor 2015. Fuente: "La cuestión policial: Manual para la aplicación de la ley", Editorial Seis Hermanas, La Plata-Argentina, 2015, (ISBN - 978-987-24197-2-1).
3. Tercera edición del artículo (actualizado): La Plata, marzo del año del Señor 2021. Fuente: "La cuestión policial: Manual para la aplicación de la ley", 2da. edición. Editorial Seis Hermanas, La Plata-Argentina, 2021, (ISBN - 978-987-24197-3-8).
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